EL “SER”… ¿Humano?... ¿Androide?...
¿Robot?... ¿Cómo los demás?... Humm… (¿?)
El
individuo está, sin embargo, siempre en peligro de ser sumergido en el mundo de
los objetos, en la rutina diaria, y en el convencional y superficial
comportamiento de la multitud. El sentimiento de temor (Angst) lleva al
individuo a una confrontación con la muerte y el último sin sentido de la vida,
pero sólo por este enfrentamiento puede adquirirse un auténtico sentido del ser
y de la libertad.
Desde 1930, Heidegger volvió, en trabajos como Introducción
a la metafísica (1953), a la particular interpretación de las concepciones
occidentales del ser. Sentía que, en contraste con la reverente concepción del
ser dominante en la Grecia clásica, la sociedad tecnológica contemporánea había
favorecido una actitud elemental y manipuladora que había privado de sentido al
ser y a la vida humana, un estado que llamaba nihilismo. La humanidad ha
olvidado su verdadera vocación, que es recuperar la más profunda comprensión de
la existencia lograda por los primeros griegos y perdida por filósofos
posteriores.
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INFLUENCIA
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El original tratamiento de Heidegger de temas como
la finitud humana, la muerte, la nada y la autenticidad tuvo una influencia
crucial sobre el filósofo existencialista francés Jean-Paul Sartre. Heidegger,
sin embargo, repudió con el tiempo la interpretación existencialista de su
trabajo, en beneficio de una dimensión más vital y poética, ya apreciada en
otro tiempo por los pensadores españoles Miguel de Unamuno y José Ortega y
Gasset. Desde la década de 1960 su influencia se ha extendido más allá de la
Europa continental y ha tenido un impacto creciente en la filosofía de los
países de habla inglesa.
Fragmento de La fenomenología del espíritu de
Hegel.
De Martin Heidegger.
Consideración preliminar.
La
«Fenomenología del Espíritu» quiere ser comprendida por nosotros, esto es,
estar en nosotros de una manera realmente efectiva en tanto ciencia, tomando
tal palabra con la significación de la ciencia que es el sistema mismo
como saber absoluto. Este debe llegar a sí mismo. Por eso el
final de la obra lo configura esa breve sección DD, cuyo encabezamiento es: «El
saber absoluto». Si sólo al final el saber absoluto es de una manera total él
mismo, saber que sabe, y si es esto al devenir tal, en tanto llega
a sí mismo, pero sólo llega a sí mismo en tanto el saber se deviene otro,
entonces en el inicio de su andadura hacia sí mismo todavía no debe
estar en y consigo mismo. Todavía debe ser otro y, es más, incluso sin todavía
haber devenido otro. El saber absoluto debe ser otro al inicio de la
experiencia que la conciencia hace consigo, experiencia que, más aún, no es
otra que el movimiento, la historia donde acontece el llegar-a-sí-mismo en
el devenir-se-otro.
Al inicio
de su historia, el saber absoluto debe ser otro que al final. Ciertamente, pero
esa alteridad no quiere decir que en el inicio el saber en modo alguno
todavía no fuese saber absoluto. Bien al contrario, justamente en el inicio
ya es saber absoluto, pero saber absoluto que todavía no ha llegado a sí
mismo, que todavía no ha devenido otro, sino que sólo es lo otro. Lo
otro: él, el absoluto, es otro, es decir, es no absoluto, es relativo. El
no-absoluto no es todavía absoluto. Pero este todavía-no es el
todavía-no del absoluto, es decir, lo no-absoluto no es de alguna manera
y a pesar de ello sino precisamente porque es absoluto, porque es no-absoluto:
este no, en razón del cual lo absoluto puede ser relativo, pertenece al
absoluto mismo, no es diferente de él, es decir, no yace a su lado, extinto
y muerto. La palabra «no» en «no-absoluto» en modo alguno expresa algo que
siendo presente para sí yaciese al lado del absoluto, sino que el no
alude a un modo del absoluto.
Así pues,
si en su fenomenología el saber debe hacer consigo la experiencia en la
que experimenta lo que no es y lo que justamente en ello es con él, entonces
ello sólo puede ser así si el saber mismo que hace (cumple) la experiencia, de
alguna manera ya es saber absoluto.
En esto
radica algo decisivo para la posible claridad y seguridad en la posterior
comprensión de la obra. Dicho de una manera negativa: de antemano nada
comprendemos si ya desde el inicio no sabemos en el modo del saber absoluto. Ya
desde el inicio debemos haber renunciado no sólo en parte sino completamente a
la actitud del sentido común y a todos los denominados criterios naturales,
justamente para poder darnos cuenta y volver a cumplir cómo el saber relativo
se rinde, llegando de verdad a sí mismo como saber absoluto. Nosotros –y es
algo que se desprende de lo hasta aquí dicho– siempre tenemos que estar de
antemano un paso más allá de lo que en cada ocasión es expuesto y cómo
ello es expuesto, en particular respecto al paso que de momento debe ser
dado por la exposición de lo expuesto. Pero para Hegel esta anticipación es
posible porque se trata de una anticipación en la dirección del saber absoluto,
el cual justamente ya desde el inicio es de una manera propiamente dicha el
saber sapiente que cumple la Fenomenología.
Fuente:
Heidegger, Martin. La fenomenología del espíritu de Hegel. Edición de
Ingtraud Görland. Traducción, introducción y notas: Manuel E. Vázquez y Klaus
Wrehde. Madrid; Alianza Editorial, 1992.
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¿Qué es Ser Auténtico? –
Ser auténtico significa tener el valor de Ser el que cada uno realmente Es, en
forma íntegra y sincera, sin tener en cuenta modelos externos, modas,
tradiciones o creencias y aceptando todas las limitaciones y cualidades que
cada uno posee.
¿Qué se necesita para ser
auténtico? – Para ser auténtico se requiere conocerse bien a uno mismo
y estar atento para no desviarse del camino de la sinceridad. Parece fácil,
pero es muy difícil actuar con integridad en un mundo donde la mayoría intenta
parecerse a los demás y llegar hasta el extremo de arriesgar la vida para tener
el físico ideal que todos desean, lee el mismo libro, ve la misma película y no
se atreve a incursionar en su interioridad para saber qué es lo que realmente
desea como ser único y distinto. Muchos viven tratando de complacer a los demás
y postergan sus necesidades, mientras tanto, van acumulando resentimiento. Es
importante revisar nuestras motivaciones porque podemos no darnos cuenta que
todo lo que hacemos son mandatos internos que provienen de ideas de otros.
Ninguna persona se puede definir en vida, porque sólo cuando esté muerta y no
pueda cambiar, en su lápida se podrá escribir lo que haya sido. Por eso, es
importante no dejarse definir por otros de acuerdo a la imagen que tengan de
nosotros, no tener necesidad de depender de nadie ni sentirnos culpables por no
cumplir los proyectos que no son nuestros.
Para ser auténticos debemos dejar
las máscaras que tanto daño nos hacen y que acaban por destruirnos.
¿Cómo sabemos si somos auténticos
o no? – No estamos siendo auténticos cuando nos sentimos angustiados,
frustrados y con alto nivel de estrés, porque estamos compitiendo, queremos ser
perfectos, queremos estar a la par o ser mejores que otros que son diferentes,
que tienen otra vida, otros proyectos y otras condiciones de existencia.
Solamente podemos competir con
nosotros mismos, entre lo que somos y podríamos llegar a ser si lo intentamos.
La necesidad de imitar a los demás consume nuestra energía y nos aleja de
nuestras propias metas, dejándonos vacíos por dentro. La presión externa
influye a todos, incluso a aquellos que se empeñan en ser auténticos con ellos
mismos, ser rico, joven y exitoso son tres cualidades que están presentes como
objetivos colectivos, junto a la idea de que pueden hacernos felices, sin
embargo, pueden ser motivos para caer en adicciones o para dedicarse a negocios
sucios o prácticas que luego nos llenan de culpa y vergüenza.
¿Qué hacer entonces para ser
auténticos? – Evitar la mentira y la personalidad múltiple. Ser el
mismo siempre, independientemente de las circunstancias. – Cooperación y
comprensión para evitar el deseo de dominio sobre los demás, respetando sus
derechos y opiniones. – Ser fieles a las promesas que hemos hecho, de esta
manera somos fieles con nosotros mismos. – Cumplir responsable mente con las
obligaciones que hemos adquirido. – Hacer a un lado simpatías e intereses
propios, para poder juzgar y obrar justamente. – Esforzarnos por vivir las
leyes, normas y costumbres de nuestra sociedad. Y de nuestra naturaleza humana.
– No tener miedo a que “me vean como soy”. De cualquier manera, mientras no
hagamos algo para cambiar, no podemos ser otra cosa.
La autenticidad da la persona una
natural confianza, pues con el paso del tiempo ha sabido cumplir con los
deberes que le son propios en el estudio, la familia y el trabajo, procurando
perfeccionar el ejercicio de estas labores superando la apatía y la
superficialidad, sin quejas ni lamentaciones. Por la integridad que da el
cultivo de este valor, nos convertimos en personas dignas de confianza y
honorables, poniendo nuestras cualidades y aptitudes al servicio de los demás,
pues nuestras miras van más allá de nuestra persona e intereses.
Conclusión:
Lo importante
es conservar el buen humor y hacer lo que nos gusta con alegría, conservar los
afectos, darle importancia a lo verdadero y no correr atrás de quimeras
pasajeras. Tenemos que aprender a estar con nosotros mismos sin aburrirnos,
empezar a querernos y admirarnos por todo lo que somos y ser piadosos con
nuestros defectos y nuestros errores. Estar solos nos permite conocernos mejor
y valorarnos como personas no como cosas.
Cuando aceptamos nuestras
limitaciones las podemos trascender, porque disimularlas o adoptar poses de
otro de nada nos sirve. El cuerpo traduce en enfermedades toda ausencia de
deseo o todo deseo auténtico no cumplido, y lo importante no es lo que no
tenemos sino qué hacemos con lo que sí tenemos.
Tenemos que practicar el testimonio
de la autenticidad pues “Quien no vive como piensa, termina pensando
como vive”.
Ensayo de alguna noche de
insomnio decembrino de éste por fallecer 2012, dedicado a todo “Mi pequeño
mundo”…
Por
Adolfo
Zúñiga García.