martes, 16 de diciembre de 2014

¡Tristeza... !




Recorriendo el camino.
                AMANECER A UN NUEVO DÍA, sentirte vivo, despierto, agradecido, descansado, con esperanza en el porvenir y renovadas fuerzas continuar caminando el camino que caminas en el día a día cotidiano de éste o cualquiera otro día tuyo o de aquél que te acompaña al lado, lo importante será sentir desde dentro tuyo, ese agradecimiento por “estar”, “ser”, “vivir” lo que sea que estés viviendo, lo que sea que estés sintiendo, en este sentido será la orientación de la siguiente descripción.
                Recién terminado el trabajo con Cursos de Actualización docente “Verano 2014”, hemos tratado el tema sobre formación científica en los estudiantes de educación básica – con el trabajo terminado, surge una pregunta, ¿Y los docentes… tenemos una formación científica?, y la pregunta se hace un poco más grande, ¿Los mexicanos tenemos una educación en ese tenor científico?... La respuesta a dichas cuestiones serán las que cada uno de los lectores de estas líneas tengan a bien responder.
                Con certeza, se puede afirmar que tanto la ciencia como la tecnología se encuentran conviviendo ya entre nosotros desde hace ya unas cuantas décadas; ¡dejáramos de estar viviendo en el siglo XXI!… es en verdad una fortuna encontrarnos en el presente, gozar de los beneficios de ellas en nuestro vivir y convivir cotidiano, contar con los medios para comunicar lo que vivimos, sentimos y experimentamos al menor esfuerzo para ello, basta y sobra conectar a la “Red de carreteras”, para estar en contacto con el mundo entero, no obstante quiero relatar alguna experiencia vivida no hace muchos días:
                Como preámbulo a lo que seguirá, deseo relatar mi experiencia vivida en los años de mi niñez, la familia Zúñiga García, integrada allá por los años 50´s, del siglo pasado, con el paso del tiempo fue conformándose con 11 hijos, por supuesto el padre y la madre, el abuelo y mamá “Pancha”, incrementaba el número de integrantes la Tía “Trini” – lo cual – si las matemáticas no fallan – nos da un total de 16 integrantes, mismos que felices pasábamos la vida en total armonía con el universo en general… pero ¿Cómo era aquella vida de los 60´s del siglo pasado?...
                Para iniciar con la descripción de ese maremágnum familiar, el hogar se conformaba por solo 2 habitaciones grandes, un pasillo, un patio grande, el lugar en el cual se cocinaba, era un espacio techado por una cubierta de “manta”… y de servicios: El agua, había que traerla con “mancuerna” desde una llave situada a unos doscientos metros a mitad de la calle, energía eléctrica – Eso todavía no llegaba a las casas pueblerinas – solamente existía en el centro de la – ahora orgullosa Ciudad Guzmán, y era una luz muy tenue – casi como la que emanaba de los autos – 6 – 8 antiguos – antes de los modernos 12 – 16, nuestra luz en casa, se trataba de contar con unos “Aparatos” de petróleo y su mecha, cubierta por la “bombilla” y su “resplandor”, mismos que había que mantener limpios – ese fue mi trabajo, por ser el hijo mayor – era hermoso hacer mi trabajo pues resaltaba cuando se obscurecía y prendíamos nuestras lámparas, lo cual hacía que nos miráramos nuestros rostros al platicar sobre lo hecho durante el día que estaba por terminar y antes de retirarnos a dormir.
                Bien, de acuerdo a esa experiencia de mi lejana niñez, en el presente, al pasar por una tienda de “antigüedades” miré que había en venta dos “lámparas” de petróleo, mismas que extasiado pasé a observar y al final me hice de ellas – un buen recuerdo de mi infancia, además de que la actual temporada de lluvia siempre trae “apagones” y al efecto me servirían… ¡Oh!, amarga decepción, debido a que en su momento llega la lluvia… viene el consabido apagón… mis lámparas ya preparadas al efecto, con ansia espero el anochecer, llega al fin la muy esperada obscuridad, enciendo las mechas y miro a mi rededor… penumbra, solo eso penumbra, la radio no funciona, la TV igual, el refrigerador, la licuadora… Etc. Etc.
                ¡Sólo tristeza y más…! en este desolado lugar y amargo momento, llega mi amigo Ignacio – “Nacho” platicador como el que más, me trae de regalo una “Nasa”, para atrapar peces en el estanque, afanoso la coloca dentro del mismo, la plática es amena – apenas miro su cara – le invito un café, mismo que acepta, nos trasladamos a la cocina cargando las lámparas, siguen los comentarios respecto al tema de la pesca – nació en el poblado de San Miguel del Cuarenta, lugar que tiene la presa del mismo nombre y que es de una capacidad de almacenamiento de agua de ¡!30 millones de metros cúbicos¡! Sin duda una enorme cantidad de agua.
                De no haber recibido visita – que triste me pareció la vida sin los beneficios ahora existentes.