miércoles, 28 de julio de 2010

POEMA - Vicente Riva Palacio.

Riva Palacio, Vicente y Peza, Juan de Dios, Tradiciones y Leyendas Mexicanas. Librería General, México, 1922.

“Una noche en que la luna
Iba serena alumbrando
Cuando el toque de la queda
Vibraba en el campanario;
En su tranquilo aposento,
Dulcemente iluminado
Por el fulgor apasible
Que inunda todo el espacio;
Junto a la abierta ventana
Y con un niño en brazos,
Con la mirada perdida
En el horizonte vago,
Donde apenas se dibuja
El gigantesco sudario
De nieve, que a los volcanes
Les sirve de eterno manto;
Está la divina Luisa,
Y por su semblante pálido
Resbala un rayo de luna
Que, en sus lágrimas brillando
Con ellas baja hasta el rostro
Del niño que en el regazo
Maternal duerme y no siente
La amarga lluvia del llanto.
Así transcurre una hora;
La madre sigue llorando;
Del niño apenas se escucha,
El respirar sosegado;
Más de repente, las once
Se oyen sonar y con rápido
Movimiento, se alza Luisa;
Deja con gran sobresalto
En su cuna al niño y luego
En negro mantón de paño
Se envuelve y sale a la calle,
Y sin detener su paso
Llega frente de la casa
Donde vive Montes Claros;
Mira que por los balcones
Un torrente desbordado
Sale de luz y se escucha
La música de un sarao;
Ve que se cruzan mil sombras
Y oye ese murmullo vario
Que denuncia el regocijo
Con frases, música, cantos,
Movimientos de parejas,
Risas chocar de vasos;
Todo interrumpido a veces
Nutridas salvas de aplausos
Extática queda Luisa
Y duda si está soñando;
¿Por qué tan alegre goza
Quién la deja hundida en llanto?
Cobra valor, se aproxima
A la casa, y de un lacayo
De los cien que entran y salen
Resuelta detiene el paso,
¿Queréis decir, le pregunta,
Por qué tiene fiesta el Amo?
¡Calle! Le responde el otro,
De esta pregunta me pasmo;
¿Quién en la ciudad ignora
Que con inmenso boato,
Esta mañana a las nueve
En la iglesia del Sagrado
Celebro su matrimonio
Don Nuño de Montes Claros?
¡Vaya que estáis atrasada
De noticias… nos miramos!
Se marchó aquél hombre y Luisa
Quedóse como de mármol;
Ni una lágrima en los ojos,
Ni un gemido entre los labios,
Y así, yerta, muda, inmóvil,
Estuvo en pie largo rato;
Después se acercó a la puerta
Y entre la gente del patio
Se deslizó como sombra
A la escalera llegando”.